Los miércoles al sol
Estoy cansado. Trabajar más de lo que duermes no es una buena idea. El verano, los días largos y las fiestas invitan a acostarse tarde, pero nada cambia el hecho de que empiezo a currar a las ocho en una oficina a 25 kilómetros de casa. Y sin vacaciones a la vista. Con todo, estoy muy contento. Además, no todo el mundo puede decir que coge un barco para ir a trabajar. Es un trayecto muy bonito, a través de la ría. Sobre todo ahora, que los días son luminosos y la brisa te acaricia y el mar está en calma. Me resulta rarísimo, pero trato de hacer memoria y no recuerdo haberme subido a un barco nunca antes. Me parece imposible, pero creo que es así. La inestabilidad del barco no me resultó en absoluto molesta, antes al contrario: en algún momento pillamos una buena ola de costado que hizo que el navío se pegara un buen meneo, e incluso llegué a desear que hubiera más. No fue así, no me explico muy bien por qué. Quizá esas olas eran el residuo del paso de un buque mayor, no sé. El caso es ...