Cotidiano

María se despertó con arena en la garganta, tosiendo. Le costaba tragar saliva y hacía demasiado calor. Desde el día anterior temía estar incubando alguna enfermedad, y ahora estaba segura de que el polluelo había salido del cascarón. Se incorporó con cuidado para no despertar a Miguel, y el resplandor fluorescente del despertador le indicó que eran casi las 4 de la madrugada. Quedaban menos de tres horas para levantarse. Salió muy despacio de la cama, a oscuras, tanteando con el pie para encontrar las zapatillas. Miguel seguía durmiendo, y María pensó que probablemente no se despertaría aunque encendiera la luz y se pusiera a saltar sobre la cama. Esa idea le hizo sonreír. Él siempre conseguía hacerla sonreír, incluso ahora, durmiendo, con dolor de garganta y mareo incluidos. Se detuvo a mirarlo a la luz tenue que se filtraba entre las cortinas, tratando de adivinar la forma de su rostro en la silueta que se recortaba contra la blancura de la almohada, sintiendo otra vez aquel cosquil...