Como en un Puzzle Maldito
Normalmente, cuando escribo algo aquí, primero hago el texto. Lo que sea, lo que toque. Luego le pongo un título adecuado. A veces el título surge a medias, lo pongo, y luego, quizá, acabo hablando de otra cosa. Otras veces, muy pocas, las menos, una frase o un nombre o cualquier cosa aparece y sé que es un título, un faro que me guía hacia lo que quiero. La mayoría de estas pocas veces ese algo acaba convirtiéndose en otra cosa y entonces el título cambia. Los títulos suelen ser lo último, y a menudo enlazan con algo que menciono en ese último párrafo: digamos que me los encuentro. Voy escribiendo y entonces aparece algún final lapidario o una sentencia “finalesca”, y entonces pongo punto final y refuerzo la idea con el título. Si uno asume que empiezo escribiendo el título, como los niños americanos escriben las redacciones del colegio, de esa manera tan extraña y antinatural que siempre me chocó (“Mis vacaciones de verano”, por Bobby Smith); entonces uno puede pensar que voy dirigie...