Pequeñas cosas a la luz de la luna

La noche de ayer estuvo marcada por la luna llena. La luna llena tiene poderes increíbles. Debimos imaginar lo que pasaría cuando, acabando la tarde, nos fuimos a tomar unas cervezas al Lobishome. Era una señal. El sitio, por cierto, es estupendo. Yo escribiría el nombre sin h, pero de momento es el único “pero” que le puedo poner. La terracita en el jardín es cojonuda, y el local está en un sitio muy tranquilo en el que puedes escuchar el canto de los pajarillos, a pesar de estar a escasos minutos andando de la Plaza de España. Merece la pena volver, y me da que lo haremos.
Salimos de allí cuando el sol se escondía, y el influjo mágico de la luna empezaba a actuar sobre nosotros, aunque todavía no nos percatábamos. Pero estoy seguro de que hubo algo de sobrenatural. De otra manera, no se explica que espontáneamente nos fuéramos de cena una tropa como de 20 personas, cuando por lo general esta clase de evento no se logra sin una larga y compleja organización para conjugar fechas y horarios. Y a veces, ni con esas. Además, no sólo estábamos todos dispuestos a ir a cenar, sino que encontramos sitio suficiente en nuestra primera opción, el Casanova. Podría escribir un post hablando sólo de las maravillas del Casanova, pero no me voy a molestar. Digamos sencillamente que es otro sitio al que volveremos.
Salimos en plena noche, y el reinado indiscutible de la luna en el cielo se extendió también a la tierra. Y ocurrieron cosas. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto, ni durante tanto tiempo. En esto pensaba yo mientras volvía a casa, a eso de las ocho y media de la mañana, escuchando de nuevo el canto de los pájaros, que saludaban esta vez la llegada del sol y cerraban el círculo de un día memorable. Estaba cansado y tenía la voz ronca, pero daba igual: todavía la luna alumbraba mi pensamiento. La brisa era suave y el aire olía a verano. No se puede tener más. Miraba a lo lejos, y sentía el placer indescriptible de quien sencillamente puede ver las cosas. Puede parecer una tontería, sobre todo a quien ha podido ver toda la vida. Pero el distinguir las formas, las texturas, la intensidad del color… es algo increíble. Cuando uno es miope y usa gafas, ve mucho mejor, pero no ve de verdad. La visión periférica es menor, el mismo tamaño de las imágenes que ves se reduce. El cristal presenta reflejos, o se ensucia sutilmente; la montura pesa en la nariz. No te das cuenta en el momento, pero una vez te acostumbras a usar lentillas, lo notas. Con lentillas, el mundo es más grande, era lo que más me chocaba. La diferencia es enorme. Y sin embargo, tampoco es igual que ver de verdad. Quizá por no tener la corrección exacta, pero la nitidez no era absoluta, y a veces también se ensucian, llegan a ser incómodas en ambientes cargados… Ahora miro al mundo directamente con mis ojos, sin nada en medio, y la diferencia es aún más enorme, sobrecogedora. El solo hecho de mirar a lo lejos es un absoluto placer para mí desde hace un tiempo. Una cosa tan simple.
El secreto está en las pequeñas cosas, dicen. No seré yo el que lo niegue.
Salimos de allí cuando el sol se escondía, y el influjo mágico de la luna empezaba a actuar sobre nosotros, aunque todavía no nos percatábamos. Pero estoy seguro de que hubo algo de sobrenatural. De otra manera, no se explica que espontáneamente nos fuéramos de cena una tropa como de 20 personas, cuando por lo general esta clase de evento no se logra sin una larga y compleja organización para conjugar fechas y horarios. Y a veces, ni con esas. Además, no sólo estábamos todos dispuestos a ir a cenar, sino que encontramos sitio suficiente en nuestra primera opción, el Casanova. Podría escribir un post hablando sólo de las maravillas del Casanova, pero no me voy a molestar. Digamos sencillamente que es otro sitio al que volveremos.
Salimos en plena noche, y el reinado indiscutible de la luna en el cielo se extendió también a la tierra. Y ocurrieron cosas. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto, ni durante tanto tiempo. En esto pensaba yo mientras volvía a casa, a eso de las ocho y media de la mañana, escuchando de nuevo el canto de los pájaros, que saludaban esta vez la llegada del sol y cerraban el círculo de un día memorable. Estaba cansado y tenía la voz ronca, pero daba igual: todavía la luna alumbraba mi pensamiento. La brisa era suave y el aire olía a verano. No se puede tener más. Miraba a lo lejos, y sentía el placer indescriptible de quien sencillamente puede ver las cosas. Puede parecer una tontería, sobre todo a quien ha podido ver toda la vida. Pero el distinguir las formas, las texturas, la intensidad del color… es algo increíble. Cuando uno es miope y usa gafas, ve mucho mejor, pero no ve de verdad. La visión periférica es menor, el mismo tamaño de las imágenes que ves se reduce. El cristal presenta reflejos, o se ensucia sutilmente; la montura pesa en la nariz. No te das cuenta en el momento, pero una vez te acostumbras a usar lentillas, lo notas. Con lentillas, el mundo es más grande, era lo que más me chocaba. La diferencia es enorme. Y sin embargo, tampoco es igual que ver de verdad. Quizá por no tener la corrección exacta, pero la nitidez no era absoluta, y a veces también se ensucian, llegan a ser incómodas en ambientes cargados… Ahora miro al mundo directamente con mis ojos, sin nada en medio, y la diferencia es aún más enorme, sobrecogedora. El solo hecho de mirar a lo lejos es un absoluto placer para mí desde hace un tiempo. Una cosa tan simple.
El secreto está en las pequeñas cosas, dicen. No seré yo el que lo niegue.
Comentarios
"Some things in life are bad,
They can really make you mad,
Other things just make you swear and curse,
When you're chewing life's gristle,
Don't grumble,
Give a whistle
And this'll help things turn out for the best.
Always look on the bright side of life."
(Totalmente de acuerdo en lo del día memorable)
No era algo así?
Me pide el cuerpo comisaría, no os digo más.
Rober
Miss J. Hyde
Hoy me he levantado raro...
Si quieres juerga la tendrás, Roberto. Tranquilo que no se nos va a gastar. ¿Cuándo vuelves, por cierto?
¿Borrachos plastas acompañándote a casa, Miss Hyde? Ese debe de ser el tipo de cosa que sólo les ocurre a las chicas. Es parte del pago de la deuda cósmica que tenéis con el universo por entrar gratis en los locales y ser invitadas a copas.
lalalalalalalala, no te escucho Gran Chimp, lalalalalalalala...
Y por los orgasmos múltiples.
Att.
Chukytiquitín
Miss J. Hyde