Esa especie de morboso atractivo
Desde que empecé a escribir esto, hace ya más de un año, he tenido siempre más o menos claro quiénes serían mis lectores. No me he equivocado, o al menos, no en un gran porcentaje. Desde el principio asumí que seríais casi todos conocidos míos. Siempre ha sido una sorpresa extraña (y agradable!) que alguien a quien no conozco en persona venga, lea, deje comentarios e incluso vuelva otro día. Si puedo explicarme su conducta es sólo porque yo mismo leo y comento blogs de personas igualmente desconocidas. Y me llaman mucho la atención las pequeñas diferencias, como le pasaba a Vincent Vega con Europa.
Una de estas diferencias estriba en la concepción básica de cada mensaje. Yo tengo claro quién es mi público, y aunque a menudo haga cosas sabiendo perfectamente que a ninguno de ellos (vosotros) le van a interesar un pijo, eso es algo que me condiciona mucho. Porque, acogiéndome a mi naturaleza reservada, me guardo de decir muchas cosas que no me apetece compartir así por las buenas. Y también porque no creo que fuera buena idea comentar, especular, analizar o juzgar las acciones y actitudes de algunas personas que conozco, ya que quizá no se lo tomarían bien. Aunque no me parece que sea molesto, la verdad es que ejerzo una constante autocensura sobre lo que escribo aquí.
Y resulta que hay blogs en los que eso no ocurre. Hay quien se lanza a contar su vida y a rajar a gusto, amparados por el anonimato. Me parece la mar de interesante. Incluso he oído casos de gente que, teniendo un blog, abre otro “secreto” en el que nadie sepa quién es. El hecho es que en un momento dado uno puede escribir cualquier cosa en la intimidad de su casa, pero muchos se lo piensan dos veces antes de dejar que lo sepa el vecino. Yo todavía no he llegado al punto de hacer eso, porque no siento ninguna necesidad interior de contar todas esas cosas que es mejor que no cuente. Pero la idea tiene una especie de morboso atractivo. No solo por la sensación de evasión que debe producir dejar de ser uno mismo y poder decir cualquier cosa sabiendo que alguien va a escuchar (de alguna manera siempre llega alguien), sino también (y más que ninguna otra cosa, en mi caso) por el detalle de que todas esas historias que uno decide callarse serían terriblemente interesantes de leer. Porque si algo es secreto es porque tiene importancia para alguien, y si la tiene es porque ese algo es de alguna manera especial, revelador o llamativo. A todos nos gusta conocer secretos, y llegado el caso, revelarlos. Tiene esa especie de morboso atractivo. Secreto, prohibido. Delicioso.
Una de estas diferencias estriba en la concepción básica de cada mensaje. Yo tengo claro quién es mi público, y aunque a menudo haga cosas sabiendo perfectamente que a ninguno de ellos (vosotros) le van a interesar un pijo, eso es algo que me condiciona mucho. Porque, acogiéndome a mi naturaleza reservada, me guardo de decir muchas cosas que no me apetece compartir así por las buenas. Y también porque no creo que fuera buena idea comentar, especular, analizar o juzgar las acciones y actitudes de algunas personas que conozco, ya que quizá no se lo tomarían bien. Aunque no me parece que sea molesto, la verdad es que ejerzo una constante autocensura sobre lo que escribo aquí.
Y resulta que hay blogs en los que eso no ocurre. Hay quien se lanza a contar su vida y a rajar a gusto, amparados por el anonimato. Me parece la mar de interesante. Incluso he oído casos de gente que, teniendo un blog, abre otro “secreto” en el que nadie sepa quién es. El hecho es que en un momento dado uno puede escribir cualquier cosa en la intimidad de su casa, pero muchos se lo piensan dos veces antes de dejar que lo sepa el vecino. Yo todavía no he llegado al punto de hacer eso, porque no siento ninguna necesidad interior de contar todas esas cosas que es mejor que no cuente. Pero la idea tiene una especie de morboso atractivo. No solo por la sensación de evasión que debe producir dejar de ser uno mismo y poder decir cualquier cosa sabiendo que alguien va a escuchar (de alguna manera siempre llega alguien), sino también (y más que ninguna otra cosa, en mi caso) por el detalle de que todas esas historias que uno decide callarse serían terriblemente interesantes de leer. Porque si algo es secreto es porque tiene importancia para alguien, y si la tiene es porque ese algo es de alguna manera especial, revelador o llamativo. A todos nos gusta conocer secretos, y llegado el caso, revelarlos. Tiene esa especie de morboso atractivo. Secreto, prohibido. Delicioso.
Comentarios
Miss J. Hyde
vaya... me he mal acostumbrado :(
y creo que le leo porque sería incapaz de escribir algo sabiendo que tengo público...
Qué proeza..