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Mostrando entradas de julio, 2006

Los miércoles al sol

Estoy cansado. Trabajar más de lo que duermes no es una buena idea. El verano, los días largos y las fiestas invitan a acostarse tarde, pero nada cambia el hecho de que empiezo a currar a las ocho en una oficina a 25 kilómetros de casa. Y sin vacaciones a la vista. Con todo, estoy muy contento. Además, no todo el mundo puede decir que coge un barco para ir a trabajar. Es un trayecto muy bonito, a través de la ría. Sobre todo ahora, que los días son luminosos y la brisa te acaricia y el mar está en calma. Me resulta rarísimo, pero trato de hacer memoria y no recuerdo haberme subido a un barco nunca antes. Me parece imposible, pero creo que es así. La inestabilidad del barco no me resultó en absoluto molesta, antes al contrario: en algún momento pillamos una buena ola de costado que hizo que el navío se pegara un buen meneo, e incluso llegué a desear que hubiera más. No fue así, no me explico muy bien por qué. Quizá esas olas eran el residuo del paso de un buque mayor, no sé. El caso es

40º (por lo menos)

Ya estamos oficialmente en la semana del calor infernal. Ayer fue duro, pero lo de hoy sólo puede calificarse como de tortura obscena. Vale, vale, los que están en Madrid lo estarán pasando peor. Pues qué queréis que os diga, chavales. Allí al menos no tendréis esta humedad pegajosa cual esponja de aire asfixiante. Claro que tampoco tendréis chiringuito al lado de la playa… Sí, quizá en Madrid estén peor… El calor horrible marcó todo este día, fue lo peor de todo. En la oficina tenemos aire acondicionado, y os aseguro que por la tarde en más de un momento he deseado estar allí, aunque fuera trabajando. Igual es que como soy el nuevo no estoy nada quemado todavía. La cosa va bien, aprendiendo cosillas y tal. La verdad es que mientras estás dentro estás de lujo, pero cuando tuvimos que salir por la amenaza de bomba el aire nos cayó encima con todo su peso de miles de grados. Un momento! ¿Amenaza de bomba?, os estaréis preguntando. Pues sí. Algún simpático avisó a la guardia civil de que

Adelante

No esperaba estar escribiendo esto ahora, pero he aquí que mi hermanito me ha prestado un portátil y me estoy aprovechando del wifi gratuito del hotel para rematar esta hora muerta antes de la cena. Como muchos sabréis, esta semana estoy en Coruña, en el curso de formación para mi nuevo trabajo. Está siendo prometedor. Hay un montón de cosas que me están llamando la atención de todo esto, tantas que creo que me voy a liar si intento contarlas, asi que de momento lo dejaré. En resumen, diré que duermo poco y paso la mayor parte del tiempo en el curso. Dimos unas vueltas por Coruña y tomamos algo, pero no nos corremos grandes juergas porque al día siguiente hay que madrugar. Hoy fue particularmente fastidioso porque me tocó reconocimiento médico y hubo que madrugar más todavía. Sé que es normal, pero no me habían hecho ninguno antes en ningún trabajo. Un detalle más en el que notas que se trata de una empresa grande. Eso no significa que sean mejores que nadie (no en principio), pero es

Pauliño Auster

Acabo de terminar Brooklyn Follies, el segundo libro de Auster que leo en pocas semanas. Realmente me gusta Paul Auster, es un tipo sobrio pero ameno, que propone situaciones con interesantes ideas de fondo. Tiene clase escribiendo y siempre me hace pasar buenos ratos. Me gusta la manera en que es capaz de hilvanar historias dentro de la propia historia, y me interesan esas ideas que a menudo obsesionan a sus personajes, particularmente el papel del azar en la vida de las personas. Sin embargo, he de decir que Brooklyn Follies es la obra menos convincente de las que he leído de este autor (que tampoco fueron tantas, por otro lado, sólo tres). Creo que esta vez le ha faltado elegancia a la hora de resolver el final, y se le ve un poco el plumero al dar soluciones un pelín forzadas a determinadas incógnitas que no desvelaré aquí. En el Debe de Auster, podría anotar, siendo un poco malo, la excesiva homogeneidad de su obra. Cierto que sólo he leído tres de sus libros, pero sus personajes