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Mostrando entradas de enero, 2007

Cotidiano

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María se despertó con arena en la garganta, tosiendo. Le costaba tragar saliva y hacía demasiado calor. Desde el día anterior temía estar incubando alguna enfermedad, y ahora estaba segura de que el polluelo había salido del cascarón. Se incorporó con cuidado para no despertar a Miguel, y el resplandor fluorescente del despertador le indicó que eran casi las 4 de la madrugada. Quedaban menos de tres horas para levantarse. Salió muy despacio de la cama, a oscuras, tanteando con el pie para encontrar las zapatillas. Miguel seguía durmiendo, y María pensó que probablemente no se despertaría aunque encendiera la luz y se pusiera a saltar sobre la cama. Esa idea le hizo sonreír. Él siempre conseguía hacerla sonreír, incluso ahora, durmiendo, con dolor de garganta y mareo incluidos. Se detuvo a mirarlo a la luz tenue que se filtraba entre las cortinas, tratando de adivinar la forma de su rostro en la silueta que se recortaba contra la blancura de la almohada, sintiendo otra vez aquel cosquil

Carpetazo

Hace tiempo hice uno de esos absurdos tests de personalidad que circulan por la red. Todas esas cosas me parecieron siempre una chorrada y no tengo mucha fe en las posibilidades de la psicología. Eso no quita que en los momentos muertos pueda entretenerme con chorradas y no sienta una saludable curiosidad. Curiosidad avivada por un cierto egocentrismo que hace que me interese en las cosas que parecen interesarse por mí. No recuerdo quién me mandó el link a esta página. Hice el test lo mejor que pude, teniendo en cuenta que mi inglés no me permitió comprender unas cuantas preguntas, por lo que sus resultados son aún menos fiables si cabe. Guardé los resultados porque, eso lo recuerdo, había un par de comentarios que quería hacer aquí sobre ellos, tanto en lo que se refiere a lo bien o mal que aciertan en su descripción de mi personalidad como a su utilidad general como herramienta de diagnóstico o terapia (nula). Lo que no recuerdo es cuáles eran esos comentarios. Pasó demasiado tiempo,

Y el ganador es… Paul Auster, por La Noche del Oráculo

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En dura y feroz pugna con Sapkowski, un finalista de lujo, Paul Auster consigue alzarse con el premio más prestigioso de 2006, al que optan las mejores obras de todos los tiempos que hayan sido leídas por mí en cada año. En esta segunda edición la lista de candidatos fue más larga que en 2005, y me quedó la sensación de que el nivel de las obras seleccionadas tenía más altibajos. Sin embargo, la elección final fue mucho más difícil. Esto es un mérito extra para Auster, que además hacía doblete en la lista con Brooklyn Follies. La Noche del Oráculo es un vencedor justo, por muchos motivos. Es una obra en la que cada ladrillo encaja con precisión y elegancia. Auster no solo nos ofrece su habitual dominio del lenguaje con clase y estilo, sino que además propone una historia “por capas”, con diferentes niveles narrativos que se entrecruzan con fluidez. El uso de las acotaciones a pie de página como elemento narrativo per se es original y eficaz de un modo que no había visto antes, precisam