Felices o no, aquí estamos (y aquí seguiremos)

Decía Samuel hace poco, en el post con ese título tan cargado de significado para mí, cómo la luna llamaba la atención el otro día. También yo lo noté entonces, aunque no dije nada en el momento en que me sorprendió, colgando del cielo muy abajo, como un adorno navideño en un árbol imposible. Hubiera jurado que brillaba con su propia luz, pero sé que las noches ya no serán nunca iguales para mí, y que el resplandor que veía estaba grabado en mis ojos y no nacía en el cielo. Sin embargo la luz era fuerte y la noche clara, y cuando la vi reflejarse en la chica que estaba a mi lado, volví a preguntarme por un momento si realmente ese brillo estaba ahí y no en las cicatrices invisibles que llevo. Pero no dije nada.

Supongo que ahora toca una disculpa por mi prolongado silencio, un propósito de enmienda en mi costumbre de no decir nada, pero he hablado ya mucho y seguiré haciéndolo cuando me parezca, sin cumplir ningún horario y sin que me obligue una luna de invierno. Supongo que ahora toca una felicitación navideña, aunque ahora es la moda despreciar estos festejos, tan superficiales, tan hipócritas. Pronto la moda será reivindicarlos, y tener un árbol, y verse encantado todas esas películas que nos ponen por estas fechas. Me fascina que la moda pueda ir contra lo superficial.

Se acaba 2007, y parece que ha sido un año muy corto si vemos lo que he podido escribir de él, y más corto aún si vemos lo que he podido leer de él. Pero ha estado lleno de cosas, buenas y malas, y la mayoría muy extrañas. Tengo la sensación de que 2008 será igual de corto en algunos aspectos, y mucho más extraño en todos los demás. No lo digo por nada, es sólo una sensación que tengo.

Nuevo o viejo, extraño o conocido, alegre o triste, amigo o no, os deseo un buen año a todos.

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