Aquí Mismo

Que el dinero no da la felicidad lo hemos oído decir ya un par de veces. Siempre pensé que es cierto, aunque definitivamente tampoco me parece un obstáculo. Eso de la felicidad es una movida diferente para cada uno, asi que imagino que sí puede haber alguien por ahí para el que la felicidad sea tener mucho dinero. Puede ser, ¿no? Hay mucha gente en el mundo.


Lo cierto es que en mi trabajo he llegado a conocer a gente que tiene mucho dinero. Y es verdad que no parecen más felices que cualquiera. De verdad que tener 1.000€ o 100.000€ en la cuenta no supone, en principio, mucha diferencia. Claro que “mucho” es algo relativo, quizá es que tienes que tener uno o varios millones para que te cambie la cara. Supongo que lo descubriré con el tiempo; esos tipos hablan directamente con mi jefe por ahora. Aunque por lo que he visto de ellos, tampoco parecen en paz con el universo ni nada por el estilo.


Miro a mi alrededor y creo que hay una sensación generalizada de que la cosa tiene truco. Desde siempre existe esa creencia extraña que nos viene de no sé dónde (quizá de las pelis, o de los cuentos infantiles, o de las ilusiones, o qué sé yo) de que si juegas bien tus cartas o das el pelotazo o tienes los amigos adecuados, puedes cambiarlo todo. Es lo que en las pelis americanas llaman “lograrlo”. Llegar a la cima, ser un triunfador, toda esa historia. Hay mil películas que hablan de ello. Te lo pintan como un mundo fuera del mundo en el que viven los elegidos para la gloria y que, si consigues entrar en él, entonces “lo has logrado” y todo va a ser felicidad y maravillas para siempre. En las películas el tipo suele ser alguien sin medios que consigue labrarse una posición con la única ayuda de su ingenio o su habilidad y llega a lo más alto desde la nada. A los americanos les gusta esa historia, no paran de contarla, me pregunto si se la creen.


Es mentira, claro. Al menos en espíritu. Yo creo que la gente es siempre igual en lo esencial, es como es. En el fondo dudo mucho que importe a dónde has llegado si no puedes estar contento sin hacer nada un día cualquiera. Todo eso de ir escalando, esa carrera contra todos, ese deseo por lograr objetivos (siempre cuantificables en dinero o estatus), esa obsesión por “conseguirlo” y llegar a la cima, es una persecución vacía de significado. Porque una vez que lo haces, sigues siendo tú, haciendo lo que sea que hagas, necesitando lo que sea que necesites, algo nuevo cada vez. Y sospecho que un día echarás la vista atrás y descubrirás que durante todo ese tiempo no había nada, que nunca ha habido nada.


Por eso soy tan feliz ahora, aquí mismo. Porque escucho una buena canción y veo los árboles mecerse por el viento en la ventana, y las olas romper allá lejos, en la costa del morrazo, y me siento genial sin tener que esperar a conseguir nada mañana.


Hala, ahí queda eso.

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