Incompetencia por doquier (2)

Ayer noche he vuelto a ser testigo y víctima de un caso de absoluta incompetencia. Estando con unos amigos viendo unos dvds, decidimos bajar a comprar unos bocatas para cenar. Saliendo del piso, a pocos metros, hay una bocatería infame que tiene La Kabaña por nombre. Me pregunto por qué se les ocurriría poner "cabaña" con k, pero supongo que es una de esas cosas que jamás averiguaremos.

El caso es que no era la primera vez que íbamos a ese local, que según me cuentan, ha cambiado de dueño muchas veces últimamente. No me extraña. Tanto yo como el resto de colegas habíamos notado una cierta dejadez en el servicio; sobre todo porque tardan un montón de tiempo en servir y además lo hacen de manera muy seca, en todos los sentidos. Es decir, que el tío es algo borde y además no te pone salsas si no se las pides. Incluso si se las pides, se limita a ponerte un sobrecillo de cada. Cualquiera diría que le cuestan una fortuna. Un sitio muy rancio, vaya. Pero como está muy cerca y los bocatas no están mal, pues tenemos (más bien teníamos) la costumbre de ir allí.

Pero ayer se superaron por completo. Ayer, Ferro y yo bajamos a pillar un bocata y unos sandwiches mientras Mois se quedaba arriba haciendo Dios sabe qué. Cuando llegamos a la Kabaña, vimos contrariados que había bastante gente. Sabiendo de la lentitud que se estila en el local, nos armamos de paciencia y nos pusimos a esperar. Ferro se pilló el Marca y a mí me dio tiempo a leer entero el artículo de Pérez Reverte en el Semanal de turno antes siquiera de que la moza nos preguntara qué queríamos. Increíble pero cierto. La mujer tardaba tanto porque cada vez que alguien iba a pagar le llevaba como cinco minutos hacer las cuentas. Y no era tan complicado, pero por su cara de concentración y sufrimiento se diría que le habían enseñado a sumar esa misma mañana. Y que no lo había entendido muy bien, la verdad. Al final logramos pedir la media ración de patatas fritas, el bocata de solo-pollo para Ferro, un sandwich mixto para Mois y uno vegetal sin espárragos para mí. Odio los espárragos.

Asi que empezamos a esperar en serio.

Y seguimos esperando.

A la media hora de espera la moza vino a decir que no les quedaban huevos para poner en el sandwich vegetal. Media hora. Le dije que me daba igual, que me lo hiciera sin huevo y listos. "Pero hazlo de una puta vez", me hubiera gustado añadir. Por desgracia, mi buena educación me lo impidió.

Reanudamos la espera, comentando en voz baja que el sitio era una mierda y el servicio pésimo. Finalmente, después de unos 50 minutos después de llegar, nos hicieron entrega de la bolsa con el pedido. Pagamos y nos largamos de allí rajando a placer. Al llegar arriba, descubrimos que Mois se había puesto a jugar al ordenador, lo que no nos sorprendió lo más mínimo. Estábamos contándole la aventura en la Kabaña mientras sacábamos la jala cuando Ferro se dio cuenta de que su bocadillo de pollo-con-nada no estaba. Miramos, remiramos, y no estaba. Pero eso sí, lo habían cobrado, como no. Ferro bajó otra vez echando chispas por los ojos mientras yo me quedaba estupefacto y divertido a un tiempo. "Es difícil cagarla más", pensé. Entonces probé las patatas y me di cuenta de mi error. Estaban aceitosas y a medio hacer. Parecían más cocidas que fritas. Realmente repulsivo. Creo que fue en ese momento cuando decidí describir la experiencia aquí. Ignoraba que faltaba la guinda del pastel. Iba a ponerme a comer cuando me di cuenta de que mi sandwich vegetal sin huevo tenía espárragos. Entonces me entró una risa floja y Mois me miró como si estuviera loco.
En conclusión: hemos hecho el firme propósito de no volver a la Kabaña nunca en la vida (o hasta que cambie de dueño). Me duele no poder hacer nada más para demostrarles lo mucho que los desprecio, como escupirles a la cara, por ejemplo. Por cierto, cuando Ferro volvió a subir contó que ni siquiera le habían hecho el bocata y que tenían a una niña de doce años en cocina (lo que explica las patatas tan malas y el corte tan grueso en las cebollas). Además de ineptos, explotan a la infancia. Realmente detestable. Sólo me consuela saber que, en esas condiciones, no tardarán en irse a la quiebra muy pronto.
Y bueno, ya sabéis a dónde no debéis ir si os entra hambre un día.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Premio Waznei 2023 – Mejor Juego del Año: Baldur’s Gate III

Faith

Rejugando