Pensamientos dickianos (2)

Bueno, cuanto antes mejor, supongo. Como era muy largo, separé el tema en dos entregas. El mensaje anterior se correspondía con mi selección personal de lo mejor del relato-artículo "Will the atomic bomb ever be perfected, and if so, what becomes of Robert Heinlein", publicado originalmente en 1966. En aquella época Dick aún no se había vuelto loco del todo, pero ya empezaba a apuntar maneras, dirían algunos. Lo que os pongo a continuación son los fragmentos selectos de "Notes made late at night by a weary SF writer", de 1972. Creo recordar que esta época se corresponde con el momento en que su equilibrio mental era más precario, con intentos de suicidio y delirios mesiánicos incluidos. Algunas de sus obras más flojas (para mi gusto) también vieron la luz en esos días turbulentos. Por fortuna, luego se recuperaría y dejaría para la historia obras brillantes y extrañas como "Una Mirada a la Oscuridad" o "Fluyan mis Lágrimas, dijo el Policía", en las que se supera como escritor, pese a todo lo que pensara en el 66. No obstante, estuviera loco o no, tenía la sufiente lucidez como para decir cosas interesantes, y con ellas os dejo.
"Y aquí estoy, con casi 40 años. Hace 17 años vendí mi primera historia, un grande y maravilloso momento de mi vida que no volverá jamás. En 1954 era conocido como autor de cuentos; en 1953 tenía siete relatos en los kioscos, de los cuales uno en Analog, uno en Galaxy, uno en F&SF, y así con todos. Ah, 1954. Escribí mi primera novela, Lotería Solar. Vendió 150000 ejemplares y luego desapareció, para reaparecer algunos años más tarde. Tuvo buenas críticas, salvo en Galaxy. A Tony Boucher le gustaba, a Damon Knight también. Pero me pregunto por qué la escribí. Esa, y las veinticuatro siguientes. Por amor, supongo; adoro la c-f, a la vez como lector y como autor. Los que la escribimos no estamos bien pagados. Es la dura y triste verdad: escribir c-f no da dinero, y los autores o bien se matan intentando ganarse la vida o dejan el tema... para empezar otro sin relación, como Frank Herbert, que trabaja para un periódico y en sus ratos libres escribe libros de c-f que ganan premios Hugo. Me gustaría poder hacer eso: tener un trabajo sin nada que ver y escribir c-f todas las noches después de cenar o temprano por la mañana. Entonces ya no habría presión. Dejad que os hable de la presión. Una novela de c-f media puede reportar entre 1500 y 2000 dólares. Por tanto, un autor de c-f capaz de escribir dos novelas al año (y venderlas!) cobra entre 3000 y 4000 dólares al año... lo que no le da para vivir. O puede intentar escribir tres novelas al año, además de cierto número de relatos. Con un poco de suerte e incesantes esfuerzos, puede incrementar sus ingresos hasta unos 6000$. Como máximo, yo he llegado a ganar 12000$ en un año; normalmente menos, y el esfuerzo de intentar conseguir más dinero me deja muerto hasta dos años seguidos. Durante esos períodos bajos de dos años, el único dinero que llega viene de lo que llaman "derechos anexos". Comprenden ventas en el extranjero, reediciones de bolsillo, apariciones en folletín en las revistas, ventas por TV o radio, etc. Esos períodos bajos son horribles, cuando tu existencia depende de los inciertos giros con cuentagotas de los derechos anexos. Por ejemplo, una carta de tu agente llega por avión. Contiene el abono de royalities por un montante de 1,67$. A la semana siguiente llega otro avión con otra carta que contiene un cheque de 4,50$. Y a pesar de todo, los que escribimos c-f seguimos haciéndolo. Es amor al género.
¿Qué es lo que nos atrae de la c-f? ¿Qué es la c-f, ya que estamos? Engancha a los fans, engancha a los editores, engancha a los escritores. Y nadie gana dinero. [...]
A propósito de mis propias obras. Leerlas no tiene ningún sentido para mí, ni lo tiene considerar lo que está bien o no, lo que hago bien y lo que hago mal [...]. Lo que cuenta para mí es escribir, es el acto de fabricar la novela, porque mientras lo hago, en ese preciso instante, estoy en el mundo que describo. Es real para mí, completa y totalmente. Luego, cuando termino, cuando tengo que parar, que irme de ese mundo definitivamente... eso me destruye. Hombres y mujeres han dejado de hablar. Ya no se mueven. Estoy solo, sin mucho dinero, y como dije antes, con casi 40 años. ¿Dónde está Mr. Tagomi, el protagonista de "El hombre en el Castillo"? Me abandonó, fuimos separados el uno del otro. Leer la novela no me devuelve a Mr. Tagomi, no lo recoloca ahí donde puedo oírle hablar. Una vez escrita, la novela se dirige a todos en general, no específicamente a mí. Cuando aparece alguno de mis libros, no tengo más relación con él que ninguno de mis lectores... mucho menos, de hecho, porque tengo el recuerdo de Mr. Tagomi y de todos los demás. Gino Molinari, por ejemplo, en "Esperando el año pasado", o Leo Bulero en "Los 3 Estigmas de Palmer Eldritch". Mis amigos están muertos, y aunque amo a mi mujer, a mi hija, a mi gato... nada de eso es suficiente. El vacío es terrible. No escribáis para vivir, vended zapatos. No dejéis que os ocurra esto.
Me lo prometo a mí mismo: no volveré a escribir otra novela. Nunca más imaginaré gente de la que seré separado. Me digo esto... y, secreta y prudentemente, empiezo un nuevo libro."
Interesante, ¿verdad? ¿No? Pues no haberlo leído.

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